“El plan de mi sucesión está claro y será ordenado”

Desde la década de los 90, con 26 abogados, Carey se convirtió en la firma de servicios legales más grande de Chile. Entonces, con 40 años de funcionamiento, el socio administrador formuló opciones para retener al talento joven. A partir de ahí la firma se institucionalizó y adoptó un modelo administrativo estadounidense. 

Hoy, Jaime Carey, a distancia por la pandemia, frente a sus colecciones enciclopédicas de pasta dura, antiguas, manifiesta que el gran tema del sector es generar modelos alternativos con flexibilidad laboral, para que las nuevas generaciones se queden en las firmas. “No solo en América Latina, también en el resto del mundo. Tenemos que hablar sobre la concepción de la profesión en cuanto a flexibilidad, a propósito, a fines, a objetivos. Los modelos están cambiando”, dice. 

Jaime es el cuarto Carey al frente del despacho, pertenece a la tercera generación de abogados de la familia. “Nuestro crecimiento, que además ha sido orgánico, fue de la mano del crecimiento de Chile”, dice y agrega que fueron el primer despacho chileno que edificó un gobierno corporativo “muy democrático, con un voto por socio”. Menciona que hace 50 años no se han fusionado con nadie y que la cultura de Carey está en el ADN de cada socio. “Si alguien le pregunta a cualquier socio cuáles son los valores de Carey van a repetir todos lo mismo, y no es porque se lo hayan aprendido al infinito, sino porque lo sienten. Es con lo que hemos crecido todos”.

Hace apenas unos días, en una charla con líderes latinoamericanos en la que estuvieron presentes abogados como Manuel Galicia, Carlos Rodrigo y Nicolás Herrera, Jaime Carey fue apodado “el rey de la felicidad”. ¿Por qué? “Es algo que he venido procurando desde hace mucho tiempo”, responde, y no es gratuito, la historia de Carey es larga, tanto que el managing partner puede darse el lujo de decir que el resto de socios han crecido —prácticamente— en el estudio. “Si no hay una cultura de respeto a las personas, porque podemos estar hasta 14 o 15 horas dentro de la oficina, si los colaboradores creen que es un ambiente desagradable, esto no tiene mucho sentido”, dice.

La firma fue fundada en 1905, la retención de talento ha sido uno de sus pilares: la expansión de Carey ha llegado a congregar a 270 profesionales y sigue creciendo. “Uno de los grandes secretos es haber invertido en tecnología y en personas. Es que son, básicamente, el centro de los estudios; se trata de un negocio de personas en donde se va el capital todos los días y uno espera que vuelva al día siguiente”, bromea. 

El ahora socio administrador asumió la gestión de la estructura en 2002 y esta tarde, con tranquilidad, puede hablar de la sucesión.

“El plan está muy claro. Será como si no hubiera pasado nada. No creo será dramático, está ordenado y previsto. Quien me suceda será alguien que ya lleva mucho tiempo en la firma y que conoce cómo funciona el sistema. Tiene muy buena relación con los demás socios, tiene el mismo espíritu de emprendimiento y la misma cultura”.

Negocios en Chile y Latinoamérica

El plan de la sucesión del también secretario de la International Bar Association (IBA) pasa a un segundo plano frente a la monumental tarea de preparar a la firma para una nueva Constitución. 

“Estamos reforzando nuestro departamento de derecho público, derecho administrativo, derecho constitucional, por supuesto. Va a venir un cambio grande. Al tratarse de cambios en la norma constitucional, sugiere que su implementación va a ser complicada en cuanto a nuevas leyes y nuevos reglamentos, por lo que vendrá una carga de trabajo muy importante”, refiere. 

Para que entre en vigencia, la nueva Constitución chilena deberá pasar por un proceso de aprobación mediante plebiscito, en 2022. Mientras, Chile ya dejó ver su ánimo político. El pasado 18 de julio, en las elecciones primarias, que definieron a los candidatos de la primera vuelta electoral, los chilenos rechazaron a los candidatos ubicados en los polos más extremos de la izquierda y de la derecha. “Parece que han tenido un punto de encuentro en el centro, eso da mucha tranquilidad”, refiere Jaime Carey.

Con la excepción de un gobierno, el de Salvador Allende, la firma, desde la década de los 50, ha asesorado a los ejecutivos en turno. Con más de cien años en ejercicio ha atestiguado cómo el crecimiento económico del país ha lidiado con los cambios drásticos de los titulares de la administración de los países vecinos.

“Hemos tenido que convivir con Morales de Bolivia, con Kirchner y los Fernández en Argentina; Correa en Ecuador, en fin, son ciclos. Salvo Venezuela, Nicaragua y Cuba, en los demás países de Latinoamérica ha habido transiciones democráticas del Poder. Hoy Perú tiene a su favor que nadie controla el Congreso”, opina y concluye con que “puede ser que haya gobernantes que retrasen el crecimiento económico, pero no han tenido control total ni se han transformado en dictaduras”. 

A su ver, la fortaleza de la democracia, particularmente en Chile, ha permitido avizorar hacia el futuro un crecimiento económico sostenido, algo que también le permitió al país enfrentar a la pandemia. 

“Seguimos viendo cómo llega la inversión extranjera y nosotros también, como país, hemos sido buenos para ver los errores, pero también hay que mirar los aciertos: Chile puede tener problemas, pero comparado con otros países, tenemos una economía muy fuerte”.